El Rostro Misericordioso del Padre – Tomo III

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Descripción

No hace falta más que una simple mirada alrededor, para ver los ídolos con los que el ser humano está “sustituyendo” no sólo la Imagen de Cristo, sino a Cristo mismo: el dinero, el poder, el placer, la omnipotente “ciencia”, la omnipresente tecnología, las propuestas “espirituales” que ponen al hombre en el centro del Universo, en calidad de semidios…

También nos encontramos, entre los que se llaman creyentes, con la imagen desfigurada de un Cristo hecho a medida, de una fe desacralizada, de una teología contemporizada o de una religiosidad “milagrera”, sentimentalista, fenoménica y estéril…

Como consecuencia de eso, tenemos, de un lado, el incremento de la delincuencia, el imperio de la corrupción, la desvalorización de la vida humana, la promoción de la cultura de la muerte… De otro lado, las crisis vocacionales y la falta de vocaciones para la vida consagrada, o el fetichismo religioso, casi mágico.

“El remedio a todos estos males —dice Jesús en este libro— es el retorno de toda la humanidad a Mi Divino Corazón, traspasado por una lanza en la Cruz y que no cesa nunca de sangrar por ustedes; el retorno por la vía del amor…

En el interior de este libro encontrarás una guía para aprender a amar como Dios quiere que ames:

“También la caridad exige que sean mansos con sus prójimos, especialmente con sus enemigos. Cuando alguno está molesto y te molesta con palabras, respóndele con dulzura y lo verás aplacado al momento. Al contrario, si te enojas y respondes con dureza, aumentarás su furia y creciendo tu enojo, te pondrás en peligro de perder el alma. Cuando hayas explotado, la caridad exige que te humilles a esa persona a quien has ofendido y le pidas perdón.

Y finalmente, la caridad también te llama a corregir al que peca y se desvía de Mi camino. ¿Acaso no es crueldad ver a un ciego que camina hacia un precipicio y no advertirle del peligro que le espera? Antes hemos comentado esto, revísalo.

También hay quien dice que ama a todos los hombres, pero luego no se molesta en lo más mínimo para ayudarlos en sus apuros, a estos les digo que la limosna libra al hombre de la muerte y es la que alcanza la Misericordia y la vida eterna. De modo que con la misma vara que midan, serán medidos, porque Yo recibo todos los actos de caridad hechos para con sus hermanos, como si se hiciesen por Mí. Entonces, quien tiene bienes en este mundo y ve a su hermano necesitado, cierra las entrañas del cielo porque en él no reside el amor de Dios.

Cuando no puedas hacer el bien al enemigo que te persigue y calumnia, no sólo te mando que perdones, sino que ores por él, porque Yo te di el ejemplo en la Cruz.” (PC-93.2)

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